Hurlingham
Ciudad Rock
Hurlingham es un territorio con más de 130 años de historia, nacido a partir del establecimiento de un club fundado por la comunidad británica y del cual heredó su nombre. Perteneció al partido de Morón hasta 1994 cuando, a partir de un decreto provincial, comenzó a funcionar como municipio autónomo. El pueblo alberga unos 200 mil habitantes en una extensión de apenas 10 km², lo que la convierte en la localidad más pequeña del Gran Buenos Aires. Ubicada en la Zona Oeste del conurbano, se caracteriza por su arquitectura de estilo inglés, la frondosidad de sus calles y los amplios espacios verdes que la rodean, pero principalmente se la conoce como la cuna del rock nacional, debido a que se trató del lugar donde se formaron tres de las bandas más importantes, decisivas e influyentes de dicho género: Sumo, y sus desprendimientos, Divididos y Las Pelotas. No hay registro de que, al menos dentro de una misma geografía tan acotada como esta, haya sucedido algo así ni antes ni después. Tampoco pasó en la industria discográfica que existiera un grupo famoso del cual, tras disolverse, se generen dos proyectos nuevos con el mismo nivel de repercusión y masividad. No obstante, el aporte al movimiento rockero por parte de esta ciudad no se reduce solamente a los conjuntos mencionados, ya que hay otras figuras claves también oriundas de estos barrios como son los casos de Héctor “Tito Fargo” D’Aviero, fundador de La Hurlingham Reggae Band y luego guitarrista de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota durante su primera etapa, y Dominic Miller, el socio creativo de Sting y coautor de su tema más famoso, “Shape of my heart”
Para que se comprenda mejor, estamos hablando de artistas sobre los cuales se escribieron libros y filmaron documentales, que llenaron grandes estadios y que, al día de la fecha, cuentan con cientos de miles de discos vendidos y millones de reproducciones en plataformas digitales. Artistas que, como son los casos de Luca Prodan o Alejandro Sokol, se han convertido en auténticos ídolos populares y exponentes de un movimiento que trasciende los límites de la música. Son símbolos de otra cosa mucho más amplia, y sus obras, de manera incuestionable, hace décadas forman parte del patrimonio cultural argentino.
En torno a estos músicos, cuyo prestigio y éxito comercial durante los años 80 y 90 los volvió una suerte de faro para generaciones enteras, comenzó a gestarse una nutrida escena que posibilitó el nacimiento de nuevas propuestas sonoras, la apertura de varios espacios vinculados al rock y la visita –cada vez más frecuente– de otras bandas, tanto consagradas como ignotas, que hicieron de Hurlingham una suerte de parada obligatoria dentro de sus itinerarios. Multiplicidad de grupos, conciertos históricos, salas de ensayo, bares emblemáticos, sitios inmortalizados en canciones, radios alternativas y personajes característicos, acabaron por configurar un polo cultural, es decir, un espacio de referencia y socialización que consolidó el mito urbano de ser el punto cardinal de la acción y donde verdaderamente ocurren las cosas. Al respecto, Ricardo Mollo y Diego Arnedo compusieron “El 38”, un tema cuya letra esgrime un verso que patentó esta idea para siempre: “En el oeste está el agite”.
Hurlingham Ciudad Rock es una política pública que aborda e institucionaliza el enorme patrimonio tangible e intangible del municipio, para ponerlo en valor, preservarlo y difundirlo. Se trata de un proyecto que, a partir de la revalorización de los bienes culturales que definen su identidad territorial, genera una instancia de participación comunitaria y fomenta el sentido de pertenencia.