Presentación de Sumo y Oiga Diga

En el Club de Caza y Pesca Hurlingham, ubicado en Villa Club, se presentaron Sumo y Oiga Diga el 3 de diciembre de 1982 como reemplazos del grupo que debía cerrar el festival y que, a último momento, suspendió su participación. Alejandro Lorenzatti, el organizador, que había conseguido las instalaciones por intermedio de un familiar, tuvo que salir en busca de otros artistas para cumplir con la realización del evento, así fue que se acercó a una casa en Victoria y Argerich, el lugar en el que, según le dijeron, ensayaban bandas. Allí se encontró con Tito Fargo y Luca Prodan, les contó del imprevisto y finalmente arreglaron que se sumarían a la fecha. 

Era mi debut como empresario y organizador de un festival de rock, algo que estaba condenado al estrepitoso fracaso. Me acuerdo de que como todavía era la época del proceso, cuando hacíamos las pegatinas y por ahí pasaba algún patrullero, nos tirábamos al suelo y escondíamos en las zanjas de las veredas. Por esas cosas del destino, crucé la vía del tren y me encontré con esas dos bandas que eran absolutamente ajenas a mi conocimiento, yo no sabía de su existencia, y estos tipos se portaron como amigos. Llegaron, bajaron con sus equipos y sus instrumentos, y empezaron a tocar. Tenían un sonido poderosísimo, eran dos bandas tremendas, sonaban como deseábamos sonar todas las bandas que en ese momento andábamos en el under, tenían un sonido británico, ajustado, moderno y fantástico. Nos volaron la cabeza. Yo no tengo más que gratitud para con esa gente, porque Sumo y Oiga Diga esa noche me salvaron las papas del fuego.

Testimonio de Alejandro Lorenzatti, organizador y músico de Aqueluya, banda estudiantil que tocó esa noche.

Fui a esa fecha de casualidad, no sé si fue la primera o segunda vez que Sumo tocó acá. Éramos unas veinte personas y no había escenario. En esa época estábamos todos con la trova rosarina, escuchábamos eso. Y yo en realidad fui al Club Caza y Pesca con algunos amigos para ver a otro grupo. Y cerró Sumo. Cuando los escuché, y como yo estaba en el centro de estudiantes de mi escuela, quise contratarlos para un evento que íbamos a hacer en el Independiente de Hurlingham. Hice la propuesta, me la rechazan y terminamos contratando a V8, pero esa es otra historia. La cosa es que después de ese show en Caza y Pesca, a las dos semanas, lo crucé a Luca en Bausses y lo felicité. Después fui a algunos ensayos en el garaje en la casa de Tito Fargo. Acá solo sonaban Spinetta, Serú Girán, y ellos hacían algo que no existía. Fue Luca el que trajo toda esa movida inglesa, el punk, el reggae, el funk. Era medio desprolijo, poco afinado, pero tenía una energía inexplicable que yo capturé enseguida. Recuerdo que en ese momento pasaba música, ponía “Mejor no hablar de ciertas cosas” y tenía que pelearme con la gente para que los escuchen. A Sumo le costó muchísimo, recién cuando llegó a capital y tocó mucho ahí, empezó a gustar y armar una movida. Y tampoco fue tan popular porque al principio no los entendían.

Testimonio de Marcelo Joaquín, cantante de Los Niños de Dios.