El sábado 18 de agosto de 1984, en el Club Atlético y Social Independiente de Hurlingham, se presentó V8, la banda pionera del metal pesado argentino. Este grupo, liderado por Ricardo Iorio, ofreció un inolvidable concierto que, como solía ocurrir en aquella época, culminó con un enfrentamiento entre distintas facciones del público. La particularidad de esta fecha fue que estuvo organizada por estudiantes de la Escuela de Educación Técnica República del Perú, quienes, además, fabricaron el logo de V8 en una importante estructura de hierro que el conjunto usó como decorado escenográfico en algunas actuaciones más.
En la semana entrante continuaron con la grabación de “Un paso más…”, presentándose al sábado siguiente en Hurlingham. Este concierto contó como soporte al grupo Master 10, y la organización del mismo corrió por cuenta de un grupo de chicos pertenecientes a un colegio industrial de la zona.
Con motivo de recaudar fondos para el viaje de fin de cursos, se contactaron con Iorio, animándose al saber que el grupo iba sólo con que el sonido fuera cubierto. Estos chicos habían hecho una estructura de hierro formando el logo de V8, de aprox. 3 metros de alto y revestidos con una lona pintada de plateado.
Este regalo constituyó una gran alegría para Iorio quien se entusiasmó mucho con la idea, usándolo en 2 conciertos posteriores. Un día en que fuera a buscarlo a la casa de Boogie, se enteró del destino que había corrido este V8, ya que fue entregado a un botellero. Promediando la actuación de V8, se inició una agitación entre un sector del público que continuó con una invasión al escenario generándose las primeras peleas y copando en pocos minutos un caos infernal. En un momento del show, Zamarbide se detiene, al observar una pelea muy despareja y exclama “Pará, mono pará”. El aludido se interrumpe maldiciendo, para amenazar que “Iba a volver con más para liquidarlos a todos”. Lo que parecía una intimidación sin demasiada importancia, se convirtió en realidad desembocando todo en un desastre que el concierto finalizó escuchándose las primeras sirenas policiales, que atormentarían por horas con su ulular constante.
Los negocios establecidos en la calle principal, frente a la estación del ferrocarril, fueron rotos, provocando la lógica presencia de los azules y la irracional corrida de la gente por donde podía; en un intento de escapar tanto de la represión policial como de la agresión de sus supuestos pares, que enarbolaban sus cadenas dando en conjunto un triste espectáculo. Analizando estos hechos, se podría decir que era como que ya un sector del público se había concientizado de lo que los conciertos metálicos eran un espacio abierto, donde se podía concurrir a descargar todo tipo de histerias reprimidas.
Cabe acotar que a esta confusión contribuyó mucho el aporte negativo que esparció la campaña difamatoria de esta movida que efectuó la prensa, interesada en sepultar a V8, como siniestra estrategia para no permitir la consolidación del heavy en este país. Esa noche, el grupo aún tendría que enfrentar otro problema, ya que, al originarse tal descontrol, el fletero contratado se asustó y se borró, dejándolos a pata con todo el sonido. ¿Cómo terminó? Cargando los equipos en un camión recolector de basura, cuyos laburantes los ayudan llevándolos hasta Lomas del Mirador.
Fragmento del libro V8. Un sentimiento de Ana Mourin
Luchando por el metal, editado en 1983, fue uno de los discos fundacionales del género.